Sin rumbo


Hoy, al inicio del siglo, los mexicanos nos encontramos suspendidos en el tiempo, afanados en las labores políticas inmediatas para crear un país democrático y próspero, pero alejados -como antaño- del pensamiento filosófico y de las soluciones de largo plazo. De igual manera, nos han pasado desapercibidos los nacimientos y las muertes de ideologías y sistemas políticos.

Nadie es quién debe ser, todos somos una parte de nosotros mismos, y una parte de los demás. La falta de originalidad nos desmenuza precipitadamente y nuestras acciones son maquinadas por sistemas filosóficos, de los cuales posiblemente no conocemos ni sus nombres y lo cíclico del asunto es que pocas veces nos interesará saberlo.

Buscamos en nuestra patria una praxis política democrática, sin considerar que carecemos, en cierto sentido, de las bases filosóficas para sostenerla y hacerla perdurar. Nuestra nación, al igual que los países del mundo latinoamericano, no se han distinguido por su creación de nuevas ideas en este ámbito.

¿Alguna vez se han preguntado dónde estamos y hacia dónde vamos? Tantos conflictos que aparentemente no tienen solución, hambre y miseria, derramamientos de sangre, tiranos, represión, desigualdad, destrucción ecológica, ambición, etc... ¿Qué imagen del futuro podemos crear en nuestra mente con todo esto? Con el conocimiento del ayer y las realidades de hoy sólo se puede visualizar un futuro deprimente.

Simplemente debemos de cambiar nuestro enfoque, nuestra forma de vida desmedida, borrar de nuestra vista los caminos rojos, los sueños acaudalados, ver el por qué de las cosas y motivar el cambio y, si estamos a tiempo, crearemos un futuro en el cual seamos seres humanos dignos de muchas cosas.


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